Comida Saludable
Una dieta saludable ayuda
a proteger contra la mal nutrición en todas sus formas, así como contra
las enfermedades no transmisibles (ENT), como la diabetes, las
enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares y el
cáncer.
Una dieta poco saludable y la falta de actividad física son los
principales riesgos mundiales para la salud.
Las prácticas
dietéticas saludables
comienzan en las primeras etapas de la vida: la lactancia materna fomenta
un crecimiento saludable y mejora el desarrollo cognitivo, y puede tener
beneficios para la salud a más largo plazo, como la reducción del riesgo
de padecer sobrepeso u obesidad y de desarrollar ENT más adelante.
La ingesta de energía (calorías) debe estar en equilibrio con el gasto
energético. Para evitar un aumento de peso poco saludable, la grasa total
no debe superar el 30% de la ingesta energética total (1, 2, 3). La
ingesta de grasas saturadas debe ser inferior al 10% de la ingesta
energética total, y la ingesta de grasas trans, inferior al 1% de la
ingesta energética total, con un cambio en el consumo de grasas, pasando
de las saturadas y las trans a las insaturadas (3), y con el objetivo de
eliminar las grasas trans producidas industrialmente (4, 5, 6).
Limitar la ingesta de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta
energética total (2, 7) forma parte de una dieta saludable. Se sugiere una
reducción adicional a menos del 5% de la ingesta energética total para
obtener beneficios adicionales para la salud (7).
Mantener la ingesta de sal a menos de 5 g por día (equivalente a una
ingesta de sodio de menos de 2 g por día) ayuda a prevenir la hipertensión
y reduce el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes
cerebrovasculares en la población adulta (8).
Los Estados miembros de la OMS han acordado reducir la ingesta de sal de
la población mundial en un 30% para 2025; también han acordado detener el
aumento de la diabetes y la obesidad en adultos y adolescentes, así como
el sobrepeso infantil para 2025 (9, 10).
Resumen
El consumo de una dieta saludable a lo largo de la vida ayuda a prevenir
la malnutrición en todas sus formas, así como una serie de enfermedades no
transmisibles (ENT) y afecciones. Sin embargo, el aumento de la producción
de alimentos procesados, la rápida urbanización y los cambios en los
estilos de vida han provocado un cambio en los patrones dietéticos. La
gente consume ahora más alimentos con alto contenido energético, grasas,
azúcares libres y sal/sodio, y muchas personas no comen suficiente fruta,
verduras y otras fibras dietéticas como los cereales integrales.
La composición exacta de una dieta diversificada, equilibrada y saludable
variará en función de las características individuales (por ejemplo, la
edad, el sexo, el estilo de vida y el grado de actividad física), el
contexto cultural, los alimentos disponibles localmente y las costumbres
dietéticas. Sin embargo, los principios básicos de lo que constituye una
dieta saludable siguen siendo los mismos.
Para los adultos
Una dieta saludable incluye lo siguiente
Fruta, verduras, legumbres (por ejemplo, lentejas y alubias), frutos
secos y cereales integrales (por ejemplo, maíz sin procesar, mijo, avena,
trigo y arroz integral).
Al menos 400 g (es decir, cinco raciones) de fruta y verdura al día (2),
excluyendo las patatas, los boniatos, la yuca y otras raíces
feculentas.
Menos del 10% de la ingesta energética total procedente de azúcares
libres (2, 7), lo que equivale a 50 g (o unas 12 cucharaditas rasas) para
una persona de peso corporal saludable que consuma unas 2000 calorías al
día, pero lo ideal es que sea menos del 5% de la ingesta energética total
para obtener beneficios adicionales para la salud (7). Los azúcares libres
son todos los azúcares añadidos a los alimentos o bebidas por el
fabricante, el cocinero o el consumidor, así como los azúcares presentes
de forma natural en la miel, los jarabes, los zumos de fruta y los
concentrados de zumo de fruta.
Menos del 30% de la ingesta total de energía procede de las grasas (1, 2,
3). Las grasas insaturadas (presentes en el pescado, el aguacate y los
frutos secos, y en los aceites de girasol, soja, canola y oliva) son
preferibles a las grasas saturadas (presentes en la carne grasa, la
mantequilla, el aceite de palma y de coco, la nata, el queso, el ghee y la
manteca de cerdo) y a las grasas trans de todo tipo, incluyendo las grasas
trans producidas industrialmente (que se encuentran en los alimentos
horneados y fritos, y en los aperitivos y alimentos preenvasados, como la
pizza congelada, las tartas, las galletas, las obleas y los aceites de
cocina y las pastas para untar) y las grasas trans de rumiantes (que se
encuentran en la carne y los alimentos lácteos de rumiantes, como las
vacas, las ovejas, las cabras y los camellos). Se sugiere que la ingesta
de grasas saturadas se reduzca a menos del 10% de la ingesta energética
total y las grasas trans a menos del 1% de la ingesta energética total
(5). En particular, las grasas trans producidas industrialmente no forman
parte de una dieta saludable y deben evitarse (4, 6).
Menos de 5 g de sal (equivalente a una cucharadita aproximadamente) al
día (8). La sal debe estar yodada.
Para bebés y niños pequeños
Durante los dos primeros años de vida del niño, una nutrición óptima
favorece un crecimiento sano y mejora el desarrollo cognitivo. También
reduce el riesgo de padecer sobrepeso u obesidad y de desarrollar
enfermedades no transmisibles más adelante.
Los consejos sobre una dieta saludable para bebés y niños son similares a
los de los adultos, pero los siguientes elementos también son
importantes:
Los bebés deben ser alimentados exclusivamente con leche materna durante
los primeros 6 meses de vida.
Los bebés deben ser amamantados de forma continua hasta los 2 años de
edad y más.
A partir de los 6 meses, la leche materna debe complementarse con una
variedad de alimentos adecuados, seguros y ricos en nutrientes. No se debe
añadir sal ni azúcares a los alimentos complementarios.
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